ODA AL CHURRASCO
Esta vida sin churrascos es una vida que no merece ser vivida. Es así. Así de categórico. Porque sin ti no existirían esas picadas 2×1, ni carritos, ni esos almuerzos improvisados cuando nos topamos con algún amigo en el centro y nos queremos poner al día rápido en los 45 minutos que nos quedan.
Si es Luco, y lo que acompaña a tu gloriosa creación es el oro lacto al que llamamos queso, sírvamelo entonces en marraqueta maestro que así es como tiene que ser. Tus carnes jugosas que acaban de saltar de la plancha no solo tienen pacto sagrado con aquel queso que ya casi toca el plato, porque cuando nos pusimos internacionales los colores de la bandera de Italia le dieron nombre a una de tus versiones que te harían un clásico.
Oh churrasco, que desde el 1900 y de mano de inmigrantes europeos llegaste a nuestras tierras. Dicen por ahí, que por eso tu origen tiene como lugar la Fuente Suiza, aunque tus variaciones le pertenecen a otros actores como la Confitería Torres, y algunos de los artesanos que cultivan el arte del sánguche criollo se han hecho un nombre entre las picadas más populares de la nación como la Fuente Mardoqueo o el Manhattan en Concepción.
Poesía de carne, palta, mayo y tomate. Siento el amor. Siento como te haces parte de mi en cada mordisco, y no me importa mancharme. No me importa llegar con medallas en la ropa porque las cargo con orgullo. Son condecoraciones. Un reconocimiento a la guerra que tuve que librar cuando elegí el chacarero por sobre el dinámico. Porotos verdes ¿hasta ustedes están en esta fiesta? ¡Y el ají! también invitamos al ají. Dicen que la felicidad no se puede comprar, pero seguro se puede cultivar en un campo. Cultivar todos los ingredientes y vivir para siempre de ti, oh churrasco.