MITOS Y LEYENDAS DE CHILE
En este mes del terror revisamos las mejores historias locales
Comadrita, compadrito, se acerca halloween y con esa fiesta aparecen los cuentos de terror, los monstruos y los mitos. Nuestro país siempre ha sido terreno fértil para la mitología y de norte a sur no faltan, desde leyendas urbanas, hasta mitos fundacionales que explican la creación del mundo.
Pónganse cómodos porque les compartimos tres mitos, uno del norte, otro del centro y otro del sur del país, para ver cómo en todos los rincones de esta angosta franja de tierra la imaginación y el arte de contar historias ha dado frutos increíbles.
La Añañuca
Hace muchos muchos años, cerca del río Limarí (Región de Coquimbo), en el pueblito de Monte Rey, vivía una joven llamada Añañuca. Su hermosura atraía a todos los jóvenes del pueblo, pero nunca ninguno había logrado conquistarla.
Un día, se dejó aparecer un enigmático minero, buenmozo, buscando una veta de oro muy codiciada. De Añañuca se enamoró enseguida, amor que fue correspondido.
El joven se quedó a vivir en Monte Rey, hasta que una noche tuvo un sueño. En él, un duende de la montaña le indicó el lugar en donde estaba la tan anhelada veta de la mina que lo obsesionaba. Sin dudar, el joven marchó, prometiéndole a Añañuca que volvería. Esto jamás sucedió. Y entonces Añañuca llorando a mares, se fue apagando, muriendo. La gente del pueblo la enterró un día de lluvia.
Al otro día, el sol salió y el valle pronto se plagí de flores rojas hermosísimas que, en honor a la joven fueron llamadas con el mismo nombre.
La añañuca se puede ver hasta el día de hoy, después de que el cielo llora, en la majestuosidad del desierto florido.
La piedra del león
Cuando los indígenas vivían en la zona de San Felipe, los pumas eran numerosos en ese lugar. Cerca, en un cerro llamado Yevide, se cuenta que vivía una majestuosa leona y sus dos cachorros.
Un día, la leona salió a buscar comida y dejó a sus dos pequeños durmiendo junto a una gran piedra. Al volver, no los encontró, los hombres se los habían llevado.
La leona, entonces, desesperada, los buscó infructuosamente. Al caer la noche, volvió a la piedra y sus rugidos de lamento se escucharon por todas partes. Era una madre llorando por sus hijos.
Al amanecer, nunca se volvió a ver un puma en esas tierras. Todos se marcharon. Y hoy se cuenta que en noches de invierno se pueden escuchar los gruñidos de la leona. Es su alma, que aún busca consuelo y a los hijos que dejó en la piedra.
El Caleuche
Conocido es el barco fantasma que navega por las costas de Chiloé. De velocidad inusual y capacidades sobrehumanas, el barco nunca se deja ver a la luz del día. Siempre es la neblina la que hace aparecer el barco, que puede tomar cualquier forma para esfumarse. También se cuenta que sus tripulantes se transforman en lobos marinos o delfines para no ser vistos.
Algunos se refieren a él como barco maldito y recomiendan taparse la boca si se le ve, porque lo primero que sienten los brujos que lo conducen es el aliento. También esconderse tras un maqui o un tique (árboles) para no ser reconocido y si uno se echa al mar, hacerlo de manera respetuosa, sin cantar ni meter ruido.
Otros, sin embargo, explican que el Caleuche en verdad es un barco generoso, que enriquece a algunas personas que lo han visto y que los tripulantes de la embarcación son en realidad los pescadores y navegantes que han naufragado o muerto en el mar. El Caleuche les ofrece una segunda vida, la que no es otra que una eternidad de fiestas, cantos y celebraciones.
Bonus Track: El dedo del indio patagón
Sabemos que estas historias le están gustando compadrito, así que nos vamos al extremo austral para una última.
Cuentan que un día, un marino español caminaba meditativo frente al monumento de a Hernando de Magallanes. De pronto, sus ojos se posaron en la figura de un indio patagón que caye acostado a los pies del famoso explorador.
Casi hechizado, se hizo tatuar la imagen del indio en su pecho y el dibujo quedó tan perfecto que el rostro del indio parecía cobrar vida con los movimientos.
Así, el marinero decidió preguntarle a la figura dibujada si correría con suerte en su próximo viaje. El dedo gordo del pie del indio se movió afirmativamente. El español corrió a embarcarse. Al pasar frente a la estatua, la miró con complicidad, se acercó y le besó el dedo gordo al indio pidiéndole que le diera suerte.
Tiempo después, el marino volvió a la ciudad, feliz y dichoso por los éxitos conquistados.
Desde ese día, es costumbre que quienes están de paso por Punta Arenas y ven el monumento, le tocan el dedo al indio patagón y los viajantes aventureros lo besan para tener suerte en sus empresas.
Como puede ver, compadrito, Chile es tierra de historias, algunas reales y otras mágicas y alucinantes que nos hacen ver las cosas diferente a como son.